Primero que nada, les pedimos una disculpa por abandonarlos la semana pasada. Fueron días complicados, pero ya estamos de vuelta con toda la actitud.
Cinemex Holdings USA (la filial estadounidense de Cinemex) acaba de hacer algo que ningún blockbuster de Hollywood lograría que fuera entretenido: declararse en bancarrota por segunda vez en cinco años. Y como toda buena secuela que nadie pidió, este episodio trae más deuda, menos espectadores y suficiente drama corporativo para alimentar a los consultores en reestructuración durante el resto del trimestre.
El 1 de julio de 2025, CMX Cinemas (así se llama Cinemex en territorio gringo) levantó la bandera blanca ante el Tribunal de Quiebras del Distrito Sur de Florida, armados con 28 complejos, 311 pantallas y una montaña de deudas que ni Tony Stark podría pagar. La solicitud bajo el Subcapítulo V del Código de Quiebras suena muy técnica, pero básicamente significa: "Tira paro, necesitamos tiempo para reorganizar nuestras finanzas antes de que nos cierren definitivamente."
Dónde todo se fue al inframundo financiero...
Para entender cómo una cadena de cines puede quebrar dos veces en media década, hay que recordar que la industria del entretenimiento sufrió dos golpes fulminantes: la pandemia de COVID-19 seguida del auge imparable del streaming.
CMX Cinemas ya había tocado fondo en abril de 2020, cuando la primera ola de coronavirus convirtió las salas de cine en dinosaurios temporales y sus deudas superaron los 100 millones de dólares. Lograron salir de esa reestructuración como Phoenix... si Phoenix fuera un ave con las alas medio chamuscadas que apenas puede volar.
Pero aquí está el plot twist: mientras ellos luchaban por sobrevivir, Netflix, Disney+, HBO Max y compañía no solo los estaban matando lentamente; los estaban enterrando con una pala hecha de comodidad doméstica y estrenos simultáneos.
¿Cuándo gana el sofá y pierden las butacas?
La realidad brutal es que CMX Cinemas se enfrentó a algo que ningún plan de negocios del 2019 podría haber previsto: un mundo donde la gente descubrió que ver "Top Gun: Maverick" en pijama desde su sala era casi tan emocionante como hacerlo en una pantalla IMAX.
Los números no mienten como un político en campaña. Mientras las plataformas de streaming crecían exponencialmente, las cadenas de cines tradicionales vieron cómo sus audiencias se evaporaban. Es como si hubieran construido catedrales para el entretenimiento justo cuando la gente decidió que prefería iglesias portátiles.
CMX tenía 311 pantallas esperando ser llenadas en un mundo donde cada hogar se había convertido en una sala de cine personal con pause button, refrigerios más baratos y baños (limpios) sin colas.
La dura realidad de las palomitas caras
Lo que realmente tiene a los ejecutivos de CMX perdiendo el sueño no es solo la competencia del streaming. Es todo el ecosistema que colapsó: desde el modelo de estrenos exclusivos en cines hasta el negocio de concesiones que históricamente salvaba sus finanzas.
Cuando Disney decide estrenar "Encanto" simultáneamente en cines y Disney+, básicamente le están diciendo a familias enteras: "¿Por qué pagar $60 dólares por boletos y snacks cuando pueden verla en casa por $7.99 al mes?" Es matemática pura: el sofá gana, las butacas pierden.
Para CMX, esto no es solo una crisis de audiencias; es una crisis existencial de todo su modelo de negocio. ¿Por qué ir al cine cuando puedes ver lo último de Marvel en tu pantalla de 65 pulgadas sin que el tipo de atrás patee tu asiento durante dos horas?
La ironía deliciosa del entertainment
La historia tiene una ironía que haría reír al mismísimo Walt Disney desde su tumba criogénica. La misma industria que por décadas construyó imperios vendiendo experiencias "únicas e irrepetibles" en salas de cine, ahora se da cuenta de que los consumidores prefieren experiencias repetibles y pausables en casa.
CMX, que invirtió millones en sonido Dolby Atmos y asientos reclinables de lujo, ahora compite contra audifonos AirPods y sofás de IKEA. Es como si hubieran construido el Titanic perfecto justo cuando todos decidieron que preferían viajar en kayak.
Pero aquí está el verdadero plot twist: mientras CMX se declara en bancarrota en Estados Unidos, Cinemex en México sigue operando normalmente. Son empresas independientes, lo que significa que puedes seguir viendo películas de superhéroes sobrevaloradas en Polanco mientras sus primos gringos reorganizan sus deudas en Florida.
Reflexión final
La segunda bancarrota de CMX no es realmente sobre cines. Es sobre adaptación, supervivencia y qué pasa cuando una industria centenaria se encuentra con disruption que ni sus mejores guionistas pudieron imaginar.
CMX no está solo peleando por mantenerse a flote; está peleando por un futuro donde el concepto de "ir al cine" todavía tenga sentido en un mundo donde el entretenimiento llega directamente a tu sala de estar con mejor precio, más comodidad y sin teenagers hablando durante las escenas importantes.
Claro, algunos intentaron reinventarse. Cinemex se asoció con el chef Daniel Ovadía para reinventar el "Menú Platino" que convirtiera las salas VIP en experiencias gastronómicas gourmet. Cinépolis, por su parte, apostó por convertir su app móvil en un "one-stop shop" donde puedes comprar boletos, ordenar palomitas premium y canjear tus puntos. Son innovaciones inteligentes, pero llegan como paraguas en plena tormenta: útiles, pero tal vez demasiado tarde para evitar que te empapes.
La ironía final es que ambos modelos tienen razón de existir. Los cines ofrecen experiencias comunitarias y immersivas que ningún home theater puede replicar. Las plataformas de streaming ofrecen conveniencia y acceso que ningún multiplex puede igualar.
Pero como dijo Steven Spielberg: "El cine es la única forma de arte donde puedes hacer que 500 extraños lloren al mismo tiempo." Lo que no especificó es qué pasa cuando esos 500 extraños prefieren llorar solos en casa, con sus propias palomitas y sin deudas de $100 millones.